lunes, 17 de junio de 2013

Recuperando grandeza

Vicente Calderón y Luis Aragonés.
Foto: colchonero.com
MARCO GONZÁLEZ | Alzar la Copa del Rey al cielo de Madrid no sólo significó un título ante el eterno rival y en su casa sino que también significó una recuperación de historia que se había perdido en un viaje durante la primera década de siglo por el océano de la mediocridad. Un viaje que ha finalizado gracias a un hombre que sabe de nuestra historia y que ama al Atlético de Madrid, Diego Pablo Simeone.

Estaba yo tumbado una madrugada en el sofá de mi casa buscando en la televisión algo que me despejase de los malditos exámenes hasta que llegué a Teledeporte y estaban emitiendo el documental de la historia del Atlético de Madrid. Claramente lo dejé y empecé a confirmar lo grande que es este club y a confirmar el viaje de mediocridad que comentaba en las líneas anteriores. Confirmé, por ejemplo, que Atlético de Madrid y Luis Aragonés son uno y que ese espíritu se había perdido mientras yo crecía e iba cumpliendo años en el Calderón. 

Todo es por una palabra, una palabra que, aunque algunos lo nieguen e intenten derribarlo, define al Atlético de Madrid: grandeza.

Un ejemplo de la grandeza de la que hablo es esa conseguida en los 70 y en los 80 cuando no existían complejos y sólo el famoso calificativos “cariñoso” era una palabra para definir un partido y nunca para excusarse o para definir un estilo. O la grandeza de conseguir que dos brasileños que revolucionaban Brasil se viniesen a conocer la palabra hablada. O esa grandeza de Luis Aragonés que una noche te marcaba un gol de falta en una final de la Copa de Europa y a la noche siguiente cogía las riendas del equipo como entrenador y te conquistaba una Intercontinental. Es simple, pregunten a sus padres, abuelos o tíos y pregúntenles por esa grandeza y estoy seguro de que muy mal encaminado no voy.

Leivinha, Luis Aragonés y Luís Pereira
Foto: clubatleticodemadrid.com
Bueno pues todo eso se fue perdiendo poco a poco, ese calificativo “cariñoso” se empezó a adueñar de las mentes rojiblancas y se unió al oso y al madroño que habitan en nuestro escudo. Ahí zarpó el viaje por ese océano de la mediocridad, un viaje que no hace falta recordar porque la gran mayoría lo tiene grabado en la retina. Pero ahora todo está cambiando, aunque algunas cosas desgraciadamente sigan igual, ahora llegó un argentino que sí sabe de esa grandeza. Un argentino que perfectamente podría haber sido él el que hizo ese reportaje que veía aquella noche de madrugada. Un Diego Pablo Simeone que ha expulsado al “pupas” del escudo, ha afilado las uñas al oso y ha podado el madroño para que el escudo volviese a tener la imagen que le hacía grande (aunque todavía tenga a un par de sujetos escondidos detrás del arbolito que intentan vender al pobre oso, pero hoy no toca hablar de ellos).   

Todo gracias a Simeone. No sé cuánto nos durará, no sé lo que le dejarán hacer pero lo que sé es que cuando estaba en las gradas del Bernabéu, viendo a Koke poner la bandera en el centro del campo y besar el escudo pasada la media hora del alzamiento, yo me acordé de las historias que me contaba mi padre y su amigo sobre el Atleti y su grandeza y por fin podía verla con mis propios ojos.

Koke besando la bandera en el Bernabéu
Foto: colchonero.com
Marco González. Twitter: @Mr_Markoo 

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