Vicente Calderón y Luis Aragonés. Foto: colchonero.com |
Estaba yo tumbado una madrugada en el sofá de mi casa
buscando en la televisión algo que me despejase de los malditos exámenes hasta
que llegué a Teledeporte y estaban emitiendo el documental de la historia del
Atlético de Madrid. Claramente lo dejé y empecé a confirmar lo grande que es
este club y a confirmar el viaje de mediocridad que comentaba en las líneas
anteriores. Confirmé, por ejemplo, que Atlético de Madrid y Luis Aragonés son
uno y que ese espíritu se había perdido mientras yo crecía e iba cumpliendo
años en el Calderón.
Todo es por una palabra, una palabra que, aunque algunos lo
nieguen e intenten derribarlo, define al Atlético de Madrid: grandeza.
Un ejemplo de la grandeza de la que hablo es esa conseguida
en los 70 y en los 80 cuando no existían complejos y sólo el famoso
calificativos “cariñoso” era una palabra para definir un partido y nunca para excusarse
o para definir un estilo. O la grandeza de conseguir que dos brasileños que
revolucionaban Brasil se viniesen a conocer la palabra hablada. O esa grandeza de
Luis Aragonés que una noche te marcaba un gol de falta en una final de la Copa
de Europa y a la noche siguiente cogía las riendas del equipo como entrenador y
te conquistaba una Intercontinental. Es simple, pregunten a sus padres, abuelos
o tíos y pregúntenles por esa grandeza y estoy seguro de que muy mal encaminado
no voy.
Bueno pues todo eso se fue perdiendo poco a poco, ese
calificativo “cariñoso” se empezó a adueñar de las mentes rojiblancas y se unió
al oso y al madroño que habitan en nuestro escudo. Ahí zarpó el viaje por ese
océano de la mediocridad, un viaje que no hace falta recordar porque la gran
mayoría lo tiene grabado en la retina. Pero ahora todo está cambiando, aunque
algunas cosas desgraciadamente sigan igual, ahora llegó un argentino que sí sabe
de esa grandeza. Un argentino que perfectamente podría haber sido él el que
hizo ese reportaje que veía aquella noche de madrugada. Un Diego Pablo Simeone
que ha expulsado al “pupas” del escudo, ha afilado las uñas al oso y ha podado
el madroño para que el escudo volviese a tener la imagen que le hacía grande (aunque
todavía tenga a un par de sujetos escondidos detrás del arbolito que intentan
vender al pobre oso, pero hoy no toca hablar de ellos).
Todo gracias a Simeone. No sé cuánto nos durará, no sé lo
que le dejarán hacer pero lo que sé es que cuando estaba en las gradas del
Bernabéu, viendo a Koke poner la bandera en el centro del campo y besar el
escudo pasada la media hora del alzamiento, yo me acordé de las historias que
me contaba mi padre y su amigo sobre el Atleti y su grandeza y por fin podía verla con mis propios ojos.
Marco González. Twitter: @Mr_Markoo
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