lunes, 24 de junio de 2013

Qué fue de... Jimmy Floyd Hasselbaink

FOTO: AS
IMANOL ECHEGARAY | Cuenta la leyenda que en el mundo del fútbol han existido los que voy a denominar como ''delanteros furtivos''. Esa clase de jugadores que con su simple presencia eran capaces de amedrentar a cualquier defensa, por muy dura que fuera. Generadores del sonido más exquisito que existe en el mundo del fútbol. El del beso del balón a la red. Ese canto de sirena que te absorbe y te hace delirar. Ya puedes tratar con violencia al balón para que ese beso emocione, o puedes ser sutil como si enhebrases la aguja que tejerá la emoción de una hinchada. Luego están los delanteros como nuestro protagonista, capaz de ganarse el cariño  de todo el Atlético de Madrid en una de las temporadas más horribles de la historia del club.

Surinamés de nacimiento, pero también holandés de corazón, es recordado con tintes agridulces por la Ribera del Manzanares. Una bestia de la naturaleza que empezó a alimentarse de fútbol en los Países Bajos y Portugal, pero que tuvo que esperar seis años para comenzar su caza profesional en el Leeds United en Inglaterra. Allí fue capaz de hacer sonar las redes de las islas británicas en 42 ocasiones. Razón suficiente para que el Atlético de Madrid decidiese que un león de tremendas magnitudes formase parte del grupo que trataría de hacer olvidar al mundo la vergüenza que desde los despachos, los (in)dirigentes mostraban.

Comandante del ataque en aquel año, era el ultimo exponente de caballero en clavar la bandera rojiblanca en territorio hostil, en el Santiago Bernabéu. Con dos goles que quedarán para el recuerdo de todos los aficionados, Jimmy hacía temblar los cimientos de la casa blanca. Un temblor que se transportó al sur de la ciudad e hizo derrumbarse la estructura atlética con el descenso a Segunda Division. Un descenso que, cosas del destino, vino precedido por un error desde el punto - más que nunca - fatídico por el propio Hasselbaink. 24 goles en Liga después, el Carlos Tartiere reía y el Atlético y el holandés lloraban. El fútbol a veces no es nada justo.

FOTO: AS
Y menos lo fue en la final de Copa del Rey de aquel mismo año, donde el Atleti llegó a jugar frente al Espanyol. Un trabajo que se desvaneció con otra imagen parra la historia. Un infortunio en forma de bote de balón y un pícaro como Raúl Tamudo acabaron con todas las esperanzas de brindar una alegría a una afición de primera, que tendría que vivir - dos años - en segunda.

Con lágrimas en los ojos, como cuando un hijo al que adoras parte del hogar a buscarse la vida, Jimmy acabó en la capital inglesa. Al lado de Zola, en el Chelsea. Antes de eso, se quiso hacer socio del Atlético de Madrid, para animar a los seguidores en el amargo camino que tuvieron que cruzar. Allí fue el mejor ariete dos temporadas y marcó 87 goles en tres años. Fue el primero en superar la veitena de goles en el barrio rico de Londres, tras el legendario Kerry Dixon. El león rugía y los blues lo disfrutaban.

Con la llegada de la estrella del Olympique de Marsella - Didier Drogba - y del entrenador portugués José Mourinho, el holandés no iba a tener la oportunidad que requería en el Chelsea, por lo que desembargó en el Middlesbrough, donde estuvo dos temporadas y marcó 34 goles vestido de rojo. En el Boro (así llaman al equipo sus propios aficionados), fue querido y respetado como la figura que era, pero con 34 años, el nivel de bestia que adquirió en España o en Londres se empezó a disipar.

Su penúltima parada, con lesiones por medio, fue el Charlton Athletic, donde sólo jugó 14 partidos y marcó cuatro goles. Un final inmerecido para un delantero que sólo se saciaba jugando a lo que más quería, el fútbol.

Y es por eso que antes de colgar las botas y vestirse de Armani, decidió pasarse por Gales para terminar su carrera jugando en el Cardiff City, en la segunda división inglesa.

La historia en los banquillos aún está por escribirse. Por el momento se sienta en el banquillo del Royal Antwerp Football Club y, aunque ya no pueda dedicarse a besar redes, Jimmy querrá dar el beso más romántico del mundo a la mujer llamada triunfo. Mientras tanto, será recordado como el noveno máximo goleador de la Premier League (116 goles) y como la bestia que un día lloró donde tanto le quisieron en tan sólo 365 días.


Por Imanol Echegaray

Sígueme en Twitter: @ima_etxega

No hay comentarios:

Publicar un comentario