F.C. Barcelona - Atlético de Madrid; dos bocas para un caramelo

Diego Costa luchando por un balón | FOTO: Web Atlético de Madrid

IMANOL ECHEGARAY | La Supercopa es ese título que tiene el tinte bueno y el tinte malo. Para los que son capaces de alzarla al suelo, significa ser el mejor equipo nacional de la temporada. Para los derrotados, no es más que un trofeo de verano que no vale para nada. Todos le quieren, pero nadie le llora.

Esto no casa con Simeone. Tampoco con el Atlético de Madrid. Quieren seguir aumentando el museo del Vicente Calderón y se presentan en el Camp Nou en pleno vuelo. Todos aletean. Titulares y suplentes. Así les ha motivado el argentino. ''Que nadie se relaje porque, de un partido a otro, pueden pasar de la grada a estar en el once''.

En frente, un Barcelona que aún está en busca de su patrón de juego con un Leo Messi tocado y un Neymar al que el Tata Martino ha decidido dosificar hasta que entre en las alineaciones de forma definitiva.

Nubes y claros se presentaron en la ida de la final de la Supercopa para el Atlético de Madrid. A la colosal primera parte de desgaste y presión, se le restó el cansancio final y el error defensivo posicional en el gol del Barcelona. Si los rojiblancos quieren traerse la copa de vuelta, deberán realizar un partido perfecto. Sin fallos. Y obligados a marcar.

Si Simeone quiere conquistar su cuarto título como entrenador del Atlético, deberá inculcar a sus jugadores una serie de puntos a seguir.

1. Ser un muro. El partido en el Vicente Calderón dejó a las claras la diferencia entre el Barcelona y el resto. Aunque no hagan un partido muy vistoso, les valdrá de un error del rival para sacar provecho. Así, los rojiblancos deberían volver a salir con el 4-5-1 que tan buen resultado dio tácticamente la semana pasada. Poblar el centro del campo para dificultar la circulación rápida de balón que poseen los culés. Así mismo, Diego Costa y Arda Turan deberán hacer la labor de cobertura a los laterales para evitar que el Barça entre por bandas.

De esta manera, el juego del Barcelona perderá velocidad por dentro y se verá en la obligación de jugar con sus centrales o del balón largo a la espalda de la defensa atlética. En esas lindes, la superioridad sería visitante.

Además, el papel de David Villa presionando a los defensores blaugranas o a Sergio Busquets cuando intente entrar en juego será de vital importancia para no dejar ni un segundo de comodidad a sus ex compañeros.

2. Desactivar a Leo Messi. Cuando los catalanes se atascan en su juego, lo que suele desatascar un partido tiene nombre y apellidos y lleva el 10 a la espalda. En el primer partido, se vio a un Leo lejos de su mejor nivel sin apenas contacto con el balón en zonas de peligro ni espacio para explotar su velocidad. La jugada del gol del Atlético, vino precedido por una pérdida suya. Tras recibir el esférico, hasta tres jugadores de rojo y blanco le encimaron para robarle el balón.

Táctica similar se llevo a cabo con un Andrés Iniesta que, además de estar lejos de su mejor nivel, no entró en juego en el tiempo que estuvo sobre el campo. 

3. Contragolpe. La historia del Atlético se rige por este sistema de juego. Tan leal como efectivo. Correr más que el rival al recuperar un balón. Grandes noches han vivido los aficionados atléticos en el Camp Nou a base de galopar por las bandas de la ciudad Condal. Fernando Torres fue el último elemento que conquistó esas tierras a base de carrera. El gol de Falcao en la pasada Liga, un ejemplo más de cómo se marca gol en la tierra de Víctor Valdés. El tanto de Villa en la ida, otro. Con una defensa con los laterales tan ofensivos (Jordi Alba-Daniel Alves) y con dos centrales no especialmente rápidos, la única opción para derrotar al Barcelona es esta.

El Barcelona se defiende con el balón. No es un equipo diseñado para correr, si no para hacer correr. Así, cuando se producen pérdidas debidas a la presión del rival, el equipo de Gerardo Martino sufre. Es su punto débil, y choca frontalmente con el punto fuerte del Atlético.

4. Balones a Diego Costa. El brasileño es el único jugador del mundo que ha sido capaz de ganar una carrera con balón a Jordi Alba. Además, su mayor envergadura propicia que buscarle por alto sea un sinónimo de éxito. Así lo hizo palpable Simeone en el Vicente Calderón. Cada saque de Courtois tenía un denominador común. El '19' atlético, que se las llevó todas por alto. Además de eso, su coraje y lucha fueron un quebradero de cabeza para el lateral izquierdo del Barcelona.

5. Arda Turan. El turco, que estuvo desaparecido en el Sánchez Pizjuán, mostró su clase y calidad cuando se requería, frente al Barcelona. Su partidazo descomunal contra el Rayo Vallecano le ha dado más impulso si cabe. Será determinante tanto en defensa, donde sufrirá un desgaste prolongado, como en ataque, en el que deberá estar lo suficientemente lúcido como para jugar entre líneas. Es el jugador que pone la cabeza ante la aceleración de sus compañeros. 

6. Cesc Fàbregas y Neymar. A priori, al menos el catalán podría ser de la partida. Su excepcional estado de forma le hace el futbolista más peligroso del Barça. Sin sitio fijo en el esquema de Tata, la movilidad de Francesc hizo mucho daño a una defensa atlética ya cansada. En cuanto al brasileño, es una pieza nueva en un equipo que lleva mucho tiempo jugando a lo mismo. Una jugada personal del astro podría decantar la final. Jugará, y Diego Costa deberá ayudar a Juanfran cuando eso suceda.

Los blaugranas parten con ventaja en el partido definitorio de esta final. Si ya era superior económicamente hablando, el gol en el Vicente Calderón les deja un panorama despejado. El Atlético en algún momento tendrá que ir a marcar un gol. En otros tiempos, el titulo estaría ya en las vitrinas del Camp Nou, pero con Simeone como abanderado de un equipo que ha cogido la velocidad de crucero, nunca se sabe. Es el hombre de las finales, y aunque haya dos bocas para un solo caramelo, los rojiblancos lucharan y estarán a la altura de la clase de partido que vivirán. Seguro que sí.

Posibles alineaciones de Barcelona (4-3-3) y Atlético (4-5-1)

Por Imanol Echegaray García

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