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Tras esto, el rival, el transcurrir de los minutos o el resultado, dictaminara como se debe asentar un equipo sobre el rectángulo de juego. Aunque siempre encaminado a ese esquema que un entrenador debe tratar hacer entender a sus pupilos. Con variantes, con movimientos, pero con la claridad de qué lugar es tuya y no de otro.
Diego Simeone ha utilizado a lo largo de su etapa en el Atlético de Madrid un sistema de 4-4-2, con dos delanteros (uno de ellos con movilidad) y con una autopista en los lados para sus laterales ofensivos, debido a la tendencia de irse hacia el centro de sus jugadores más adelantados. Pero bien es cierto que, cuando dispuso de un jugador como Diego Ribas, capaz de organizar él solo el juego del equipo, la variante táctica hizo el agrupar a más hombres en el centro del campo dejando un solo punta -Radamel Falcao-.
Es el denominado 4-2-3-1, en el que los laterales (en este caso Filipe Luis y Juanfran), tienen vía libre para irse al ataque, ya que siempre uno de los dos mediocentros -Mario Suárez-, hará a la vez la función de cobertura en el caso de un cotragolpe del rival.
En este esquema, siempre habrá al menos cuatro jugadores en labores defensivas. Esto es debido al empeño de Simeone de hacer subir a un sólo lateral, dependiendo de por dónde se produzca el ataque. El otro, estará preparado para un cambio de sentido en el juego de su equipo, en labores defensivas, junto a los centrales y uno de los medios. El resto, al ataque.
David Villa y Óliver en un entrenamiento | FOTO: Vavel |
Es ahí donde Arda Turan, Koke y uno de los delanteros retrasados a esa función, que podría ser Diego Costa, deben mezclarse y combinar para un juego mucho menos previsible que el acustumbrado de banda y centros al área del Atleti. Con Óliver Torres, cuidado con especial mimo por el técnico, aún cociéndose a fuego lento, el peso del equipo debe pasar por esas botas. Con Villa como rematador final. Sin salir de su hábitat natural, el área. Algo que le perjudicó mucho en su etapa en el Barcelona.
Y es precisamente él, Óliver Torres, el que debería ser el jugador número 12 de este Atlético de Madrid cuando se precise de él. La temporada es larga y, como mínimo, los rojiblancos disputarán 48 partidos oficiales. Las circustancias de los mismos serán los que delimiten un cambio u otro, pero el chaval de Navalmoral de la Mata es el perfecto para mantener un resultado cuando el equipo ande apurado o para dar una velocidad más al juego de los suyos cuando anden perdidos. Es, sin duda, él y no otro, el que debe estar siempre en el campo cuando los de Simeone lo necesiten.
Junto a él, dos jugadores más deben ser claves en la reconversión de los partidos. Leo Baptistao o Adrián, el que mejor esté de los dos, serán vitales para dar descanso a Diego Costa y/o David Villa. Dos hombres con gran calidad que si están al nivel que deberían, darán muchas alegrías a la afición. El otro, Cristian Rodríguez, que será el Jesús Navas del Atlético. Ese jugador que cuando no se encuentra el espacio en la defensa rival, mete una marcha más al encuentro para debilitar a una zaga ya cansada.
Competitividad
A primera vista, el Atlético de Madrid dispone de dos jugadores por puesto, salvo en el centro del campo, donde sólo Gabi, Mario y Tiago están disponibles -podría incorporarse Koke-. Esto, jugando una competición como la Champions League, es bueno. Y lo es porque en un torneo como la Copa del Rey, con oponentes inferiores en las primeras rondas, viene muy bien tener un equipo B de absolutas garantías. Y este Atleti lo tiene (imagen 2).
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Así sería el equipo con este sistema, donde Óliver Torres ganaría indiscutiblemente peso y donde el balón pasaría a formar parte del juego. Algo con lo que Simeone, más unido a la raza, al choque y al contra ataque, no termina de ver. Puede que más que el sistema primero, sea la solución ante problemas. Sea como fuere, es mi preferido.
Por Imanol Echegaray.
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